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Arte y cultura: Morir para vivir



Alta, delgada, de gran presencia como su madre, de tez blanca y rubia, era una mujer de palabra fácil, cálida y de buen humor. Se parecía a sus propios poemas.


“Tuve una vida muy enriquecedora. Nací en México y pasé mi infancia en París, donde asistí a un colegio de mucho prestigio. Debido al trabajo de mi padre, anduvimos de un país a otro, lo cual me permitió aprender varios idiomas.


El matrimonio de mis padres, Octavio Paz y Helena Garro, estuvo marcado por grandes desacuerdos; mi madre siempre estuvo inconforme con esta unión y ella misma decía que no había sido feliz, que su matrimonio había sido como “un internado de reglas estrictas y continuos regaños”.


Nunca olvidaría que no la dejó volver a la Universidad y que no tenía libertad creativa para escribir, ante el riesgo de opacarlo”.


La escritora Patricia Rosas L., autora del libro “El asesinato de Elena Garro”, describe que Elena fue una feminista que vivió la opresión no sólo de Octavio Paz, sino de una camarilla intelectual a la que pertenecía como la esposa o la ex esposa de alguien.


La frustración en su vida llevó a su madre a intentar suicidarse dos veces.


“En los años 1963 a 1974 estuvimos en México y cursé la carrera de Antropología, Filosofía y Letras; me casé con un alemán, pero me divorcié por andar metida en el movimiento estudiantil de 1968.


Mi madre fue acusada por los intelectuales de traicionar el movimiento, y señalada por el gobierno mexicano como organizadora. Mi madre lo negó y quedó mal con el gobierno y con la izquierda; durante ese tiempo estuvimos bajo la vigilancia de la Dirección Federal de Seguridad, la policía secreta.


Yo le escribí una carta a mi papá, que fue publicada, tratando de aclarar la situación, pero esto me distanció de él. Fuimos atacadas políticamente y nos fue muy mal. Mi madre decidió autoexiliarse y viajamos a los Estados Unidos, donde vivimos una gran decepción”.


“Después de mucho trabajo, pudimos ir a España, donde pasamos muchas penurias. Aunque mi padre nos enviaba dinero mensualmente, tuvimos que andar pidiendo dinero y estar en un albergue para indigentes. El alcalde de ese momento, el Sr. Tierno Galván, nos ayudó y le comunicó a mi papá nuestra situación”:


“En esa ocasión, mis padres se reconciliaron. Mi papá me ayudó a conseguir un empleo en la Embajada mexicana en Francia. Al paso del tiempo, reconozco que, a pesar de todo, fue una gran experiencia haber vivido el fin del franquismo y el principio de la democracia española como un fenómeno muy interesante”.


“Tuve la oportunidad de convivir desde pequeña con (Jorge Luis) Borges, André Bretón, Christian Dior, Pablo Neruda, (Pablo) Picasso y otros importantes personajes de la cultura del Siglo XX.


Mi madre quiso que regresáramos a Francia y, con los ocho mil dólares que ganó en Grijalbo con su libro “Testimonios sobre Mariana”, nos fuimos a París, pero ahí volvieron el hambre y las penurias. La situación estaba fatal.


Fueron muchos años de desdichas y contrariedades, y tantos problemas me condujeron a que tuviera problemas con el alcohol. También estuve internada en una clínica de salud mental”.


Helena Paz Garro vivió los últimos años en una casa de descanso en Cuernavaca, Morelos, y sin mayor gloria pasaba los días en una situación muy precaria, muchas veces recordando su vida errante, la relación con sus padres; su participación en la vida cultural en México; su belleza durante su juventud; el amor por sus padres, admiración… ¿O imperaba el dolor?

Escribió dos libros. El primero lo publicó en España y dejó un segundo libro inconcluso, donde hablaría de la parte más dura de su vida: “Memorias”. Helena Paz Garro murió el 30 de marzo de 2014 y fue enterrada en un panteón en Cuernavaca junto a su madre.


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