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COVID-19 y menstruación: ¿qué pasa con los ciclos?

Por Carol Perelman

@carol_perelman

Los ciclos menstruales son tal cual eso, cíclicos, y precisamente por tener una periodicidad pueden decirnos mucho sobre el estado general de la mujer. Es por ello que los relatos anecdóticos de amigas, hermanas o los propios, sobre las alteraciones a la menstruación en el contexto de la pandemia, es un tema importante de estudiar. El propósito de este análisis es encontrar si existe un vínculo causal o si, más bien, los hallazgos reportados por muchas son puramente casuales.


Para dilucidarlo exploremos la evidencia que existe hasta hoy de la posible influencia en los ciclos menstruales desde cuatro aspectos pandémicos. Empezaremos por hablar de qué sucede durante la enfermedad de COVID-19 en las mujeres; también abordar si pudieran existir secuelas en torno a la salud sexual femenina, explicar lo que sabemos sobre el efecto de la vacuna contra COVID-19 y la menstruación y, finalmente, cuestionarnos si más bien el evento pandémico que vivimos podría trastornar nuestro equilibrio ginecológico.


Antes, vale la pena subrayar que el nuevo coronavirus es un virus multisistémico que se propaga principalmente por vía aérea, capaz de alterar cualquier región del cuerpo debido a que usa los receptores ACE2 de las células humanas, presentes en prácticamente todos los tejidos, incluyendo a los órganos del sistema reproductor femenino. En autopsias se han encontrado restos del SARS-CoV-2 en los ovarios (también en la próstata y en los testículos, pero ese es otro tema).


Es importante destacar que, mirando los casos de COVID-19 en el mundo, varios estudios han concluido que la incidencia de COVID-19 grave es mayor en hombres que en mujeres, posiblemente debido a que, por un lado, el cromosoma XX de la mujer contiene genes que codifican para elementos que promueven una mejor respuesta inmunológica, y a que las hormonas sexuales femeninas, el estrógeno y la progesterona, confieren cierta capacidad protectora innata y celular contra el virus. En este sentido, hay una clara diferencia entre la forma en que las mujeres respondemos a la infección viral, siendo un elemento protector, y en que con mayor frecuencia evitamos la progresión de COVID-19 grave.


Con este breve contexto entremos en materia y hablemos del ciclo menstrual, y comenzamos por evaluar sus cambios durante la infección activa de COVID-19. Según un estudio de China publicado en Reproductive Biomedical Online, en el cual se incluyó a 177 mujeres entre 18 y 45 años de edad con COVID-19 moderado y severo, se encontró que 28 por ciento tuvieron un cambio en la duración de su periodo y una de cada cuatro (25 por ciento) tuvo un aumento en el flujo.


Al medir las hormonas sexuales, los autores del estudio encontraron que no hubo diferencia significativa entre sus niveles y los de la población general, aunque estaban marginalmente aumentados, quizá por efecto puntual de la respuesta inmunológica desatada por la infección.


Otras enfermedades virales pueden alterar la función del ovario, pero en el caso del SARS-CoV-2 los periodos regresaron a su normalidad tras uno o dos ciclos. Concluyeron que las alteraciones, cuando suceden, no dependen de la gravedad del COVID-19; que son transitorias y obedecen más al efecto de la respuesta inmunológica que al virus en sí.


Cuando se miró el efecto de las secuelas de COVID-19 en los ciclos menstruales, un estudio publicado en The Lancet encontró que 35 por ciento tenía algún tipo de alteración a su periodo comenzando de cuatro a seis semanas después del inicio de la infección aguda; 20 por ciento reportó flujos más abundantes, y menos del 5 por ciento, sangrado post menopausia.


Sin embargo, estos efectos post COVID-19 se resolvieron aproximadamente entre dos y tres ciclos después. Es interesante mencionar que, a diferencia de las complicaciones por COVID-19 que son más presentes en hombres, las secuelas tienen una mayor incidencia en mujeres. La razón aún se desconoce, pero una hipótesis indica que posiblemente se debe a la diferencia en la respuesta inmunológica entre sexos, derivada de las hormonas, especialmente estrógenos. Así que regresamos a lo mismo: posiblemente es la respuesta inmunológica la responsable de alterar el ciclo menstrual, de forma transitoria.


Algunas personas han comunicado tanto en redes sociales como en los sistemas de reporte de efectos secundarios a las vacunas, alteraciones en la menstruación tras haber recibido sus dosis. Gran Bretaña los analizó y encontró que los 30 mil reportes de anormalidades en los ciclos menstruales tras 44 millones de dosis aplicadas, correspondían a un número bajo y similar a la frecuencia habitual esperada de irregularidades en el periodo que presenta la población general. Por ello determinó que no existía un vínculo entre los cambios al flujo, duración o frecuencia con las vacunas contra COVID-19, ni de adenovirus (AstraZeneca) ni de ARNm (Pfizer y Moderna).


De todas formas, la Universidad de Granada comenzó un estudio que mirará de cerca esta relación para dar a las mujeres mayor confianza de que la vacuna es segura y no conduce a alteraciones en sus ciclos menstruales.


Por su parte, el NIH en Estados Unidos autorizó iniciar un estudio con los mismos objetivos, para verificar si existe o no un vínculo entre estas modificaciones y las vacunas.


Lo cierto es que la vacuna no tiene ningún efecto en la fertilidad -ni masculina ni femenina- sino, por el contrario, se recomienda especialmente en mujeres que buscan embarazarse, debido al riesgo aumentado de complicaciones que existe en mujeres embarazadas que se contagian de COVID-19.


Mientras tanto, algo que sí es real y que todos, o más bien, todas, estamos sufriendo son los estragos de vivir una pandemia. En este sentido, varias encuestas han encontrado que la mayoría de las mujeres sufrió un cambio en su metrónomo ginecológico durante los encierros. Esto no es una sorpresa: sabemos que el estrés altera de manera directa al eje hipófisis-ovárico que regula la menstruación, por lo que muchos de los posibles efectos observados durante la enfermedad de COVID-19, las secuelas o incluso la vacunación, también pudieran tener un elemento de estrés que se ve reflejado en el sangrado anormal.


Por eso la mayor recomendación, y una que todas conocemos desde adolescentes, es monitorear siempre nuestros periodos y avisar al médico si existieran alteraciones más allá de uno o dos ciclos, ya que los supuestos cambios debido a la COVID-19, las secuelas o a la vacuna obedecen, quizá, más a la respuesta inmunológica o al estrés que realmente al virus, además de ser transitorios.


Finalmente, aprovecho que me acompañaste hasta aquí y al saber que lo hiciste porque evidentemente te importa la salud de la mujer, te recuerdo la importancia de vacunarse, todos y todas, especialmente aquellas que están embarazadas, ya que su riesgo de complicación por COVID-19 es mayor que en las mujeres de su edad.


La gran ventaja es que, cuando se vacunan, no sólo reducen su riesgo sino que, según confirmó un estudio reciente, los anticuerpos atraviesan el cordón umbilical y los bebés nacen protegidos.

Además, los anticuerpos pasan por la leche materna, logrando que ahora que aún no hay una vacuna autorizada para los pequeños, podamos cuidarlos a través de la lactancia.


Y si me permites agregar un detalle más: recuerda hacer tus exámenes de rutina y acudir al médico a revisiones periódicas. La medicina preventiva es, sin duda, nuestra mejor herramienta contra cualquier reto en salud.


Iniciamos octubre, el mes de la sensibilización sobre el cáncer de mama: te cuidas tu y nos cuidamos todas. Y todos también.



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