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Elecciones 2021, los momios cambian

Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

En un clima con nubarrones, el proceso electoral más grande de nuestra historia transcurre más rápido de lo que algunos desearían. Por lo pronto, el día de hoy estamos exactamente a sólo un mes de la fecha fatal de la jornada. Si bien, en esta contienda electoral hay más de 21,000 cargos de representación popular en juego (21,368), 515 posiciones acaparan la atención por su impacto y trascendencia en el tablero del ajedrez político del poder. La renovación de la Cámara de Diputados federal, con 300 legisladores de mayoría y 200 de representación proporcional y la elección para gobernador en 15 entidades de la República, resultan particularmente importantes para las dos facciones en que la retórica de Palacio Nacional ha querido dividir esta lucha por el poder, los de la 4T y los de enfrente; sin matices ni gradación, resumida en un principio minimalista, los que no están conmigo, están en mi contra.


El panorama electoral ha variado en estos últimos cuatro meses. La aplanadora Morena que se mostraba arrolladora en las consultas, de finales del año pasado, sobre las preferencias electorales con vistas a los comicios del 6 de junio, ya no se le ve tan apabullante en las más recientes. Por lo pronto, podría percibirse una tendencia menos desfavorable a la oposición, aunque no precisamente porque ésta esté haciendo un buen trabajo con alternativas de políticas y programas de gobierno que convenzan al elector, sino porque la falta de logros y las promesas no cumplidas, tras dos años y medio de mucha política, poca administración y pobre gobernanza de la 4T, está germinando una decepción que tiende a generalizarse.


Si bien al inicio del proceso electoral actual, de las 15 gubernaturas en disputa 14 aparecían con números favorables a Morena y, únicamente el estado de Querétaro lo veían perdido, en las más recientes consultas, la fotografía se ve diferente. En una encuesta del periódico El Financiero del mes de agosto pasado, y cuando aun no se llegaban a acuerdos de coalición entre el bloque opositor, su competitividad era prácticamente nula frente a Morena y sus aliados. Por eso resultaba indispensable esa alianza del PAN, PRI y PRD, calificada por algunos de “antinatura”, pues sumados mejoraron mucho su posicionamiento. Por algo las críticas y descalificaciones.


Según la encuesta de El Financiero publicada a inicios de esta semana, si las elecciones fuera ahora, Morena perdería la elección para gobernador en 6 estados (Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Nuevo León, Querétaro y San Luis Potosí). En 4 (Colima, Nayarit, Sonora y Tlaxcala), tiene ventaja de un dígito sobre la alianza “Va por México”, por lo que la balanza podría inclinarse en cualquier sentido. En 3, (Baja California, Sinaloa Zacatecas) podría salir triunfante en los comicios y en 2 (Guerrero y Michoacán) hubo cambio de candidatos de última hora, aunque son entidades en las que Morena tiene fuerte presencia y altas probabilidades de ganar la elección.


Actualmente Morena cuenta con 6 gubernaturas (Baja California, Chiapas, CDMX, Puebla, Tabasco y Veracruz y un aliado, el PES en Morelos). Su objetivo es incrementar el número de estados bajo su dominio, lo que podrá lograr, pero no en la medida de sus expectativas. Quizás tengan éxito en 8 o 9, de acuerdo a la encuesta citada, si es que la oposición no da una sorpresa mayor.


Para la oposición en alianza, salvo en el caso del PAN que, de cuatro de sus gubernaturas en juego, sólo perdería la de Baja California, el panorama es desolador para sus aliados. El PRI podría perder ocho de las gubernaturas que actualmente gobierna (Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas) y el PRD estaría perdiendo la última que conservaba (Michoacán). El partido Movimiento Ciudadano podría dar la sorpresa en Campeche y Nuevo León y el Partido Verde, en San Luis Potosí.


La elección que claramente constituye la joya de la corona, es la de la Cámara Baja federal, que actualmente controla Morena con una mayoría calificada, que le ha permitido tramitar, al vapor, sin debates ni necesidad de cabildeos con la oposición, las iniciativas de Palacio y una que otra ocurrencia de aliados del poder que lanzan como globos zonda y que luego hasta los de Morena tienen que congelar, por la alarma y malestar que generan entre los gobernados.


Como hemos comentado con anterioridad, en la estrategia de la 4T, conservar la mayoría calificada es su prioridad. La requieren para poder continuar ajustando el orden jurídico a su proyecto político. Al menos, esto le daría un sustento legal, necesario en un Estado de derecho. Pero este objetivo, ahora no se ve tan alcanzable como hace algunos meses, cuando las encuestas mostraban una muy clara ventaja en la intención del voto a favor del partido en el poder, antes de la definición de los candidatos de los partidos. Con los nombres publicados y algunos otros factores, internos y externos, las cosas han cambiado.


Por las prisas con las que se legisló en estas últimas semanas, aprobando leyes y reformas sin preocuparles mucho el marco legal, pareciera que en la 4T sus otros datos coincidieron con la realidad y, en el control de daños, se buscó aprobar el mayor número posible de iniciativas de Palacio, ante el riesgo de no poder sacarlas en la próxima legislatura. Algo que, debido a las prisas, las hace vulnerables y susceptibles de impugnación, con altas probabilidades de éxito para quiénes hagan uso de los recursos que la ley concede, en todas las democracias del mundo, a quiénes se sienten afectados por abusos de autoridad.



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