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La experiencia artística en bien de la ecología



La alteración ambiental es cada vez más grave y la conciencia de las personas sobre el tema no parece mejorar, así, la persistencia del dilema parece que ha corrompido e indispuesto los escrúpulos de mucha gente, lo que incrementa los inconvenientes, convirtiéndose en un execrable círculo vicioso.


Las bases sobre una filosofía en bien de los ecosistemas se encuentran en consideración del hombre y su dimensión social. Pero hemos de complementar con una reflexión acerca del papel que juegan las sociedades, sus estructuras, fines y valores , ya que sólo así quedarán perfiladas las bases deontológicas, puesto que lo establecido en el orden del ser humano, debe corresponder a una orientación y modelo para ser más racionales.


Antagónico a lo que se considera, como especie, somos capaces de percibir mucho más que lo que nos ofrece la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto. Los autores de las bellas artes por medio de las obras realizadas podemos estimular más de treinta sentidos si se sistematiza en un escenario liberal, por lo que los artistas podemos ser más eficaces en transmitir el pensamiento que se requiere presentar. De esta manera el lenguaje de los espectadores —como una de las trascendentes capacidades del cerebro— se va desarrollando junto con su inteligencia, instaurando de esta manera los circuitos neuronales necesarios para articular léxicos que les brinden un significado para concebir formas de expresar ideas abstractas, pensamientos, emociones e imágenes virtuales, tan útiles para la vida diaria como las sensaciones que pasan a través de los sentidos. La conciencia, además de la percepción sensorial, implica la existencia de la memoria, que nos da una representación unificada de lo exterior y es capaz de trabajar con ideas teóricas, éticas y estéticas.


Así, numerosos autores de las bellas artes planteamos a través de nuestra labor artística, el expandir la facultad connotativa y denotativa para establecer un vínculo entre las sociedades y la conciencia ambiental, con el generoso propósito de animar los pensamientos y las acciones responsables de las personas. Así, las manifestaciones de las bellas artes no deben ser estimadas como simple exhibición, han de ser entendidas como la expresión de los creadores, que a través de una variedad de conceptos artísticos se induce a los espectadores a percibir con atención y detenimiento para descubrir las cualidades de una obra o de algún conocimiento sobre su comportamiento, asimismo, a experimentar sensaciones producidas por causa de las piezas reveladas y, finalmente, a pensar con disposición y detenimiento sobre la intención de los autores al exponer las obras.


De manera comprometida y en vínculo con la Tierra, el Instituto de Estudios Postnaturales, es un centro de experimentación artística desde y donde se investiga y razona la problemática de los ecosistemas como marco para la creación artística contemporánea. Fundado en abril del 2020 y con sede en la Nave Pilarica en Madrid, España, se plantea como una plataforma de pensamiento crítico, un lugar en red que pone en común a creadores e investigadores preocupados por las cuestiones de la crisis ecológica global, mediante formatos empíricos de intercambio y producción de conocimiento abierto.

En ese entendido, no es efectiva la idea «romántica» de una naturaleza como fondo o marco de la actividad humana, sino que debe ser subrogada por una reflexión profunda y consciente. El hábitat natural no se puede entender como un recurso que debe ser administrado en bien de gobiernos y empresas corruptas, que imponen las condiciones a las que debemos adaptarnos, sino como una de las principales elevaciones culturales de la actualidad y en donde sea posible dialogar sobre las aportaciones en la práctica artística a través de la ecología social, las estéticas post-naturales y la ética de creación que contribuyen a la definitiva disolución del binomio naturaleza-incultura.


Esta relación, a menudo pendenciara y antagónica, ha sido enérgicamente argumentada desde diversas perspectivas en bien de un debate fundamental que reconozca las transformaciones de la cultura contemporánea y sus múltiples acepciones para, de forma teórica y a través de sesiones críticas, pero también mediante experiencias prácticas, articular un cambio de perspectiva respecto al problema de la ecología en el «plenamente adulto» siglo XXI.


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