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La incultura de la 4T ahora ataca las donaciones

El recaudador de impuestos debe amar

a la gente pobre, él está creando tantos.

Bill Vaughan

Periodista


Por José Manuel Rueda Smithers

Apenas amanecía el jueves 21 y un nuevo golpe de la 4t se oficializó desde la Cámara de Diputados al aprobar, dentro del Presupuesto de Egresos de la Federación y la Miscelánea Fiscal, una fuerte reducción en las donaciones (esa rara costumbre que la gente tiene para dar algo que ayude a quienes más lo necesitan.


En un impresionante afán por sacar dinero de donde sea para el gobierno, los diputados de Morena y sus títeres de los partidos pequeños recortaron, ahora a la mitad, los porcentajes de deducción de impuestos. Esto, sin duda, frenará de manera importante el espíritu de ayuda de la gente y de las empresas. Quienes lo hagan, gastarán sin obtener casi ningún apoyo a cambio.


Vale decir que, en muchos países, las donaciones se pueden deducir porque personas y/o empresas logran encauzar sus recursos a aquellas causas con las que más se identifican. Muchas donaciones circulan por medio de fundaciones para destinar dinero o conceptos en especie, canalizados en proyectos, algunos gubernamentales, que comúnmente se pierden en oscuros juegos políticos y en desgastantes papeleos.


¿Qué pasa ahora dentro del gobierno mexicano que se esmera por controlar todo, incluso la generosidad? Pareciera ser mero celo profesional.


Poniendo nombre en el asunto, durante décadas Andrés López ha usado los apoyos a los grupos necesitados para granjearse votos y, obvio, para que lo vean como el mesías que resuelve.


No nada más en las mañaneras; son muchas las veces que ataca con desprecio a las organizaciones civiles que trabajan por ayudar -sin importar dónde- a quienes están urgidos de apoyo, ya no para salir adelante, sino al menos para vivir al día. Los analistas señalan que lo que busca es “que todos aquellos que reciban respaldos estén agradecidos con él y su gobierno, y no con las organizaciones sociales de las que tanto desconfía”.


En México no existe información clara y detallada sobre las donaciones. Nada más por dar un ejemplo cercano, el National Philanthropic Trust, de Estados Unidos, menciona que el año pasado sus ciudadanos donaron cifras que rebasan los 470 mil millones de dólares.


Con la pandemia, las empresas, golpeadas por la crisis económica, redujeron sus aportaciones, pero aún así donaron 17 mil millones de dólares, según datos aportados por un analista serio y con credibilidad: Sergio Sarmiento, que en su columna Jaque Mate del 20 de octubre, en el periódico Reforma, mencionó que las fundaciones, en contraste, elevaron las suyas 19 por ciento para alcanzar una cifra de 89 mil millones de dólares.


Mencionó que, en el caso de México, la gente vive con entusiasmo el ayudar al prójimo. Cito textual al Sr. Sarmiento: “Dos son los principales problemas: uno, la falta de una cultura de la filantropía, y dos, la ausencia de una legislación que favorezca la deducción fiscal de las donaciones. Mucho podemos hacer todavía para construir una cultura de la donación, pero de poco servirá porque el gobierno está impulsando una modificación de la legislación fiscal para restringir todavía más la deducibilidad de las donaciones”.


Lo que pasó con el trabajo de los diputados, es que en esta miscelánea fiscal 2022, realmente aplastan la posibilidad de donar y deducir.


Encima de todo, nuestras deducciones personales, incluidos los gastos médicos o funerarios, se limitarán a partir de enero.




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