Por Ricardo Burgos Orozco
El 12 de mayo de 1994 se llevó a cabo por primera vez un debate presidencial en México. En entorno no era el más adecuado porque acababan de asesinar al aspirante priista Luis Donaldo Colosio Murrieta y en diciembre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas en el estado de Chiapas. Los candidatos de aquella ocasión fueron: Ernesto Zedillo Ponce de León, por el PRI; Diego Fernández de Ceballos, por el PAN, y Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, por el PRD. Recuerdo que no fue invitado Jorge González Torres, del PVEM.
Han transcurrido 30 años y ahora los debates, organizados por el Instituto Nacional Electoral, son más ordenados y, sobre todo, obligatorios.
En un ejercicio democrático, son convocados todos los candidatos sin menoscabo de que tengan tal o cual porcentaje en las encuestas, como en estas elecciones que Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano, estuvo en los tres debates sin importar su tercero y último lugar, detrás de Claudia Sheinbaum Pardo, de Morena, PT y PVEM y Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz, del PRI, PAN y PRD.
Álvarez Máynez llegó de rebote a la campaña presidencial después que Samuel García, gobernador de Nuevo León, que hizo campaña unos días, prefirió no pedir licencia a su cargo porque el Congreso de su estado había determinado nombrar a un gobernador interino diferente al que deseaba el mandatario estatal.
Con muy bajo nivel político, el aspirante de MC, ha sido diputado federal dos veces, sin ningún otro cargo que le sirva como experiencia para asumir la primera magistratura. Además, ha sido un chapulín político que responde a los intereses del partido que más le conviene. Su objetivo principal ha sido quitarle el mayor número de votos a la candidata de la oposición.
Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz ha tenido muchas patinadas después de irrumpir con buen impacto al inicio de la campaña. Paulatinamente han bajado sus bonos y no le fue bien en dos de los tres debates, sobre todo en el último, en el cual parecía cansada y con poca energía. Sigue notándose con pocas tablas políticas; denota un nivel muy bajo para aspirar a la presidencia. Si gana sería manejada, por su inexperiencia, no por ser mujer, por los impresentables Alejandro “Alito”Moreno, del PRI y Marko Cortés, del PAN.
Claudia Sheinbaum Pardo es quien tiene mayores posibilidades de triunfar el próximo 2 de junio. Está cobijada desde hace 24 años por Andrés Manuel López Obrador; sin su apoyo, ella no estaría en el lugar donde se encuentra, ni por asomo; a lo mejor le alcanzaría sólo para ser candidata a diputada o a una alcaldía. Carece de carisma, tiene una personalidad gris y opaca por más que se esfuerza en no parecerlo. Se fundamenta en la experiencia que le ha dado trabajar al lado del tabasqueño durante tanto tiempo. Además, ha hecho campaña presidencial casi desde hace seis años cuando fue electa jefa de gobierno de la Ciudad de México y por eso ahora es muy conocida a nivel nacional. Ella daría seguimiento puntual a los lineamientos e instrucciones del hombre de Macuspana, no por ser mujer, sino por ideología y fidelidad a un movimiento y a su líder político; ya lo está haciendo.
Tres personalidades distintas, aspirantes a la presidencia de la república, pero con pocos méritos, conocimientos y capacidad para estar en el lugar en donde están.
Ojalá quien gane supere las expectativas ciudadanas y lleve a México por mejor camino que en el sexenio que está por terminar, con un López Obrador encargado de dividir al país desde que llegó a la presidencia. Nosotros, eso sí, tenemos la obligación de votar libremente por la opción de nuestra preferencia.
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