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Sólo sumando medidas regresamos a clases de forma segura

Por Carol Perelman

@carol_perelman

Así como decía la tablita: “dos y dos son cuatro, cuatro y dos, son seis; seis y dos son ocho y ocho, dieciséis”… Así es como volveremos a clases presenciales de forma segura.


Empiezo por decir lo que ya todos sabemos: la escuela sí es esencial, siempre lo ha sido. El desarrollo intelectual, social y emocional de los niños, niñas y jóvenes se da en un entorno escolar.


Haberlos mandado a casa en marzo de 2020 fue una medida fundamental ante la incertidumbre que trajo la pandemia, pero a través del segundo semestre de 2020 y lo que vamos de 2021, muchos colegios a lo largo y ancho del planeta han recibido a sus alumnos mostrando cómo tenerlos en las aulas de forma segura para ellos y el resto de la comunidad educativa.


Hoy el panorama es diferente. El coronavirus no desaparecerá instantáneamente y debemos aprender a vivir con seguridad a pesar de él.


La evidencia científica apunta a que este virus se propaga principalmente por vía aérea y es contundente; a sabiendas de ello, podemos tomar acciones concretas para evitar contagios.


Además, hoy contamos con varias vacunas que han mostrado alta efectividad para evitar hospitalizaciones y muertes por la COVID-19.


Siguiendo la evidencia científica y utilizando las herramientas disponibles, podremos tener mejores estrategias para salir de casa y retornar a actividades como la educación, pero hay que seguirlas, hay que escuchar a la ciencia y utilizar las herramientas a nuestro favor.


Existen dos condiciones necesarias para un regreso presencial a clase de forma segura: por un lado, tener la transmisión local controlada y, segundo, contar con protocolos adecuados y bien implementados.


Por desgracia, si bien en México la tercera ola ha perdido su ascenso inercial y parece comenzar a bajar, aún registramos un alto nivel de propagación comunitaria medida con indicadores como la positividad de pruebas y la cantidad de casos positivos relativa a la población.


Esto nos lleva a que la probabilidad de tener un caso positivo en el colegio o en cualquier otro entorno sea real; no será raro que un alumno, maestro, personal de apoyo o padre de familia reporte tener COVID-19, pero debido a que las clases abrirán en unos días, sería ideal concentrarnos ahora en las medidas que requerimos practicar con rigor para que ese posible caso positivo no provoque un brote dentro del colegio; que pueda detectarse, aislarse y frenar la posibilidad de contagio.


Empecemos por aclarar que ninguna medida es 100 por ciento eficaz. Cada una tiene cierto margen de error, por lo que solamente sumándolas podremos minimizar el riesgo de contagio dentro de los planteles. Recalco que no evitaremos que lleguen casos positivos al colegio, pero la idea de los protocolos es que puedan detectarse y que los colegios no se conviertan en espacios propagadores. Incluso, que los colegios ayuden a mitigar la transmisión comunitaria.


Veamos los detalles:


Son diez las medidas que propusimos el Dr. Guillermo Torre, de TecSalud; el Dr. Francisco Moreno Sánchez y yo durante nuestra plática abierta al público el pasado 25 de agosto de 2021.

Con estas diez medidas, inspiradas en el Modelo de Queso Suizo proponemos una estrategia que minimiza la posibilidad de contagios. No elimina, minimiza.


Comenzamos por reconocer, en primer lugar, que la ventilación es esencial; que sabiendo que el virus se propaga a través de un humo transparente como si fuera una especie de vapor, debemos cuidar el aire que respiramos.


La mayoría de los contagios se dan cuando las personas se sienten bien, cuando son asintomáticas o presintomáticas, por lo que debemos abrir ventanas y puertas en todo momento, para asegurar que el aire en el aula, oficina, incluso transporte, sea recambiado al menos seis veces por hora.


Espacios que no tienen ventanas deben de procurar aire acondicionado con filtros adecuados o luz ultravioleta (UV) en los ductos o, bien, instalar ventiladores caseros con filtros de alta eficacia alrededor (HEPA, MERV13). Este punto es esencial: ventilación.


Durante la epidemia de cólera en Londres en el Siglo XIX, el doctor John Snow, padre de la epidemiología, nos enseño que la calidad del agua que tomamos afecta nuestra salud, y que para prevenir algunas enfermedades infecciosas había que purificarla. Hoy nadie en su sano juicio tomaría agua de desagüe.


Ahora, la ciencia del Siglo XXI nos enseña, tras la pandemia de COVID-19, que también hay que pensar en el aire; que limpiando el aire que respiramos en espacios cerrados evitamos enfermedades infecciosas de transmisión aérea, como la COVID-19, pero también como la influenza y las gripas estacionales.


Una forma de evaluar la calidad del aire es usar los medidores de dióxido de carbono (CO2) que, de forma indirecta, indican cuánto aire ya respirado estamos respirando. Recordemos que todos los animales, incluyéndonos, inhalamos oxígeno y exhalamos dióxido de carbono, por lo que saber cuánto de este gas se está acumulando en un espacio cerrado que compartimos con más personas, es una manera de estimar cuánto aire sucio hay en el ambiente.


Tener estos medidores en colegios, oficinas y demás lugares públicos es importante para conocer el riesgo de los espacios. Incluso, ayudan para tomar decisiones sobre abrir más ventanas, instalar filtros o reducir los aforos. Países como Bélgica ya han hecho obligatorios los medidores de CO2 para dar confianza a los clientes de establecimientos comerciales.


En tercer lugar, es importante definir quién pertenece a la comunidad escolar. El equipo que procura la educación de nuestros niños y jóvenes se compone no solamente del personal escolar y los alumnos, sino también por los padres de familia.


Por ello que la tercera medida es considerar a la casa como parte de la escuela. Ahí está el primer filtro para saber si el estudiante acude o no al colegio. No debemos enviar a nuestros niños con síntomas de ningún tipo a la escuela. Ni con dolor de cabeza, malestar, tos, dolor de garganta, malestar general, calentura, diarrea, mareo ni secreción nasal. Estamos juntos en esto. Todos.


Sí importan los filtros de entrada al colegio y a las aulas. Incluso, que los profesores observen a los alumnos y puedan detectar si alguien no se siente bien. Pero todo comienza en casa. En la congruencia y en dar el ejemplo. Si vamos a regresar y queremos entornos seguros para los menores, debemos también procurar en casa comportamientos seguros.


La cuarta medida es tan importante que ya todos la conocemos, aunque pocos la practican. Es la medida que tiene mayor beneficio y que implica el menor costo. Incluso, es la medida que muestra tu compromiso contigo mismo, con la salud y con tu prójimo. Es una medida que habla de quién eres: el uso correcto del cubrebocas.


Obligatorio a partir de los 2 años de edad para todos los miembros de la comunidad educativa. Que no sean tejidos ni de válvula. Cualquier cubrebocas de tres capas de tela es suficiente. Claro que los KN95 son los mejores, pero sigue siendo aún mejor que quede bien y cómodo a tener uno de alta eficiencia.


Queremos que puedan usarlo todo el día sin tenerlo de babero, ni estarlo acomodando, por lo que la comodidad es esencial. Si es desechable, tirarlo al terminar la jornada. Y si es reusable, lavarlo diariamente. Es recomendable tener algunos extra en los casilleros o mochilas, por si el cubrebocas se llega a mojar o se pierde en el transcurso del día.


La quinta medida la conocemos desde que nació Susana y es la distancia. A pesar de ser evidente que requerimos mantenernos lejos de los demás para minimizar nuestro riesgo, es importante aclarar que la distancia pierde validez cuando estamos en un espacio cerrado por mucho tiempo sin ventilación, ya que por más lejos que estemos de alguien contagiado, eventualmente la “nube” de virus, llamada aerosol, llegará hasta nosotros. Así que sí hay que separarse, incluso estando al aire libre con muchas personas pero, como advertí, ninguna medida es 100 por ciento y debemos hacer varias a la vez para reducir el riesgo de contagio.


La sexta habla de las burbujas fijas y tener nula rotación de maestros entre salones para que, cuando detectemos un caso positivo, no tengamos que suspender a todo el colegio y podamos hacer un rastreo de contactos claro y disolver sólo aquellos grupos que estuvieron en contacto con el caso positivo, para que puedan aislarse y guardar su tiempo de cuarentena.


Si este punto tan importante no se respeta entonces, cualquier caso positivo o sospechoso pone en riesgo a más personas y, posiblemente, a toda la comunidad educativa. La única manera de tener mayor continuidad y seguridad en los ambientes escolares es que estas burbujas, grupos, salones, núcleos, tengan baja interacción con otras; que sean grupos independientes.


La séptima medida habla de la higiene de espacios y de manos. Siempre queremos promover la limpieza y evitar no solamente COVID-19, sino cualquier otra enfermedad infecciosa, por lo que cada vez que cambiamos de actividad es importante lavarse las manos con agua y jabón, de preferencia, y si no hay disponible, con gel antibacterial que contenga al menos 70 por ciento de alcohol.


Fomentar hábitos de higiene es parte de los objetivos de la educación. Y aquí un punto importante: la higiene de espacios es tan importante como siempre, pero no debemos santitizar como se hacía a princioio de la pandemia, no. No son necesarios los tapetes de cloro, los arcos sanitizantes o rociar productos en el aire, ni limpiar con obsesividad. Las superficies no son el medio principal de propagación del virus, por lo que es preferible concentrar nuestros esfuerzos en las medidas que procuran aire limpio, y no distraer recursos en medidas que prácticamente no suman, y a veces, incluso, restan.


La octava medida es conocer el estado de vacunación de la comunidad y procurar que todos quienes puedan vacunarse contra COVID-19 lo hagan. Hay evidencia que ha mostrado que entre más personas vacunadas haya en un ambiente, menor será el riesgo de contagio. Por eso la mejor forma de cuidar a nuestros niños, para quienes por ahora no existen vacunas contra la COVID-19, es vacunándonos quienes sí podemos.


En noveno lugar, hay que considerar la realización de pruebas cuando se sospeche de un caso. De preferencia, hacer la prueba PCR, que tiene mayor especificidad y sensibilidad y, por ello, menos margen de error. Sin embargo, si se tienen síntomas, muchas veces con una prueba de antígeno rápida se pueden detectar los casos para, entonces, llevar a cabo los protocolos e interrumpir la cadena de contagios. Hacer pruebas es fundamental para tomar mejores decisiones. Nos proveen de información valiosa que ayuda a conservar la integridad de la comunidad escolar.


Finalmente, en este regreso presencial, cuando muchos tenemos miedo mezclado con emoción, es fundamental que exista una comunicación clara sobre los protocolos establecidos, sobre las medidas a seguir por todos, y que exista una persona designada por el colegio que mantenga línea abierta entre todos los integrantes: padres, estudiantes, profesores, y conozca, en todo momento, la situación escolar.


La comunicación abierta y con confianza es esencial para el buen funcionamiento del retorno a clases. Pero esto, aunado también a la capacitación. Especialmente de nuestros niños, niñas y jóvenes, quienes llevarán a cabo estas medidas de forma cotidiana junto con los adultos.


Debemos confiar en ellos, en su capacidad crítica e inteligencia, para tomar las mejores decisiones bajo las condiciones de la pandemia. Si hablamos con ellos y explicamos el por qué de cada medida, serán ellos los mejores embajadores para transformar estas ilusiones, todos los planes, en una realidad posible.


Pero esto depende del compromiso, la congruencia y la voluntad de todos. De padres, abuelos, hermanos, maestros, administrativos y estudiantes. Hacer una sola medida no es suficiente. Dejemos al virus fuera de las aulas. Regresemos a la escuela pero, antes que nada, es la lección de sumar medidas. Si todos sumamos las medidas, podremos transformar ese miedo en aprendizaje, en crecimiento, en desarrollo.



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